Se trata sin duda alguna de un lugar singular del valle de Hermigua desde el punto de vista histórico. Enclavada en la playa de su mismo nombre, de esta ermita tenemos testimonios históricos desde el siglo XV. Según algunos cronistas, los conquistadores portugueses, durante ese siglo, pudieron levantar en esa playa una ermita bajo la advocación de Santa Catalina. En el siglo XVIII, el historiador canario Viera y Clavijo, nos relató que los moros en una incursión pirática en la isla habían cortado la imagen de la virgen de Santa Catalina, quemando además su ermita. La imagen que existe hoy en esa ermita es otra muy diferente a la que nos narró Viera y Clavijo. Esta festividad acostumbra a celebrarse el primer lunes de octubre. La ermita es de reducido tamaño y se encuentra muy cerca de la misma playa y de las instalaciones de la piscina municipal.